Lo que el juego me enseñó a volar

Solía pensar que Aviator era cuestión de suerte. Pero crecí en Chicago —hija de raíces negras e irlandesas— donde el jazz susurraba por callejones y el silencio tenía significado. Mi madre me enseñó: la alegría vive en las pausas. Mi padre me dijo: la gracia vive en el tiempo. Cuando hice clic en ‘Volar’ a las 2 AM, no perseguí el 97% de RTP. Vi cómo subía el avión —no por dinero, sino porque por cinco segundos, sentí que volaba a casa. El juego no miente. El RNG es real. El multiplicador no está trucado: es poesía escrita en volatilidad. Cerré los ojos. Y cuando el avión se hundió bajo la nube… sonreí. No porque gané, sino porque recordé cómo estar en paz.